La primera noche no dio respiro. De gran nivel musical y llena de emociones, la historia viva de la música tuvo su protagonismo, en el comienzo de una nueva edición.
La
primera noche en Cosquín, ameritaba que en la ruta -en varios tramos-
los autos fuesen a paso de hombre. Más lento a medida que la expectativa
era más grande. Cuando la Plaza San Martín se abarrotaba de gente,
cuando los desfiles hacían su parte, cuando entre el tumulto las
guitarras en las espaldas, parecían una persona más.
Ameritaba
que a las diez la bendición hablara de quienes “caminan” el Escenario
Mayor. De que los fundamentales que pisan ese escenario y que son
generosos, capaces de ponerse a un costado y ayudar a que caminen otros.
El ejemplo fue Jorge Cafrune y Mercedes Sosa. La idea de brillar del
Padre Roberto Álvarez, empezó a tomar forma cuando el cielo se iluminó
con el fuego de artificio, cuando Claudio Juárez -Maestro de Ceremonias-
conmovió al gritar: “Aquí Cosquín”. Cuando los Opus Cuatro homenajearon
al Himno Nacional Argentino, antes de ser homenajeados; cuando “la
sonora piedra de los ríos, que entregaba su melodía atesorada para que
los hombres bebieran de aquel brotal antiguo”, volvió a sacar los
“matices ancestrales de cada rincón provinciano, para que este fuera el
rumbo de todas las guitarras, pañuelos e ilusiones” y del baile del
Ballet Camin… La novena artística, que logró que un pueblo sea la
Capital del Folklore, comenzaba a cantar…
Me darás mi alma de argentino y de cantor
El
comienzo fue el indicado. Jairo – Baglietto hicieron de las suyas,
cuando se alimentaron “con una quimera” y nos convidaron al hacer un
repertorio clásico, pero siempre efectivo. Porque ellos dos vinieron a
“terminar eso de que rosarinos y cordobeses no están de acuerdo”. Sí lo
estuvieron al cantar Hispano, de Jorge Fandermole. Y estaríamos todos de
acuerdo, si alguna vez “Fander” tiene su merecido tiempo en el
Escenario Mayor.
El repertorio fue un primer homenaje a los “grandes compositores” y a los sentimientos más profundos. Palabras para Julia, que se resignifica si alguien es padre, Milonga del Trovador, con Piazzolla en las pantallas, Tonada de un viejo amor con Falú y Dávalos y Atahualpa Yupanqui que apareció con su mirada profunda, en Piedra y Camino, no solo en la letra sino en la imagen, acorde a ese momento y escenario. Antiguos dueños de las flechas, luego de El Ferroviario, El Tempano, fue el respeto por los verdaderos dueños de estas tierras, y a los géneros que se unieron en ese show. Cuando terminaron, el nombre de la noche de “Voces y Alma” ya estaba justificado. Y eso que faltaba…
Y en lo que faltaba estaba Opus Cuatro, toda una institución en la música, que festejaron sus 50 años, de ponerle más que el cuerpo a sus voces. Desde el Puente carretero tuvo como invitado a Peteco Carabajal, para luego sumar a sus antiguos miembros, entre ellos Alberto Hassán para cantar Todo Cambia, entre otros temas. Y si bien también cambiaron los miembros, el estilo y la forma nunca se dejó de lado. Ellos, embajadores de nuestra música que anduvieron por todo el mundo, se despidieron con Alfosina y el mar, un tema que los acompañó en todos esos recorridos.
El repertorio fue un primer homenaje a los “grandes compositores” y a los sentimientos más profundos. Palabras para Julia, que se resignifica si alguien es padre, Milonga del Trovador, con Piazzolla en las pantallas, Tonada de un viejo amor con Falú y Dávalos y Atahualpa Yupanqui que apareció con su mirada profunda, en Piedra y Camino, no solo en la letra sino en la imagen, acorde a ese momento y escenario. Antiguos dueños de las flechas, luego de El Ferroviario, El Tempano, fue el respeto por los verdaderos dueños de estas tierras, y a los géneros que se unieron en ese show. Cuando terminaron, el nombre de la noche de “Voces y Alma” ya estaba justificado. Y eso que faltaba…
Y en lo que faltaba estaba Opus Cuatro, toda una institución en la música, que festejaron sus 50 años, de ponerle más que el cuerpo a sus voces. Desde el Puente carretero tuvo como invitado a Peteco Carabajal, para luego sumar a sus antiguos miembros, entre ellos Alberto Hassán para cantar Todo Cambia, entre otros temas. Y si bien también cambiaron los miembros, el estilo y la forma nunca se dejó de lado. Ellos, embajadores de nuestra música que anduvieron por todo el mundo, se despidieron con Alfosina y el mar, un tema que los acompañó en todos esos recorridos.
El viento trae una copla
Y el recorrido se empieza en el viento. En el aire, que lleva el sonido hasta nosotros. Que primero pasa por los instrumentos y se convierte en melodía. Sin esto, no habría música ni cantantes. Sin eso, Che Chelos no estaría haciendo sus primeras -y excelentes armas- en la escena. Una “nueva sonoridad para viejos ritmos” que se festejan, que se aplauden por su virtuosismo y compromiso. Por saber dónde “no somos más que una coincidencia. Solo aires, solo vientos en esta tierra en movimiento”. Ramón Ayala, Tránsito Cocomarola y los Hermanos Ábalos, fueron versionados de una manera diferente con sus violoncellos, para que también con Rubén Patagonia, hayan presentado lo propio. Que no es ni más ni menos que “un mensaje en el viento”.
Ganadora del Pre Cosquín y encantadora en su primera noche, Ailén Sandoval se mostró emocionada y muy agradecida. Acompañada de un bajo -sí así también se puede hacer folklore- en las manos de Nicolás Fernández, su propuesta fue corta pero llena de novedades. No por lo nuevo, sino por lo necesario. O mejor dicho, lo nuevo lo pusieron ellos, lo necesario con algunos temas como Vidala de las estrellas de Fandermole, Chayita del Vidalero de Ramon Navarro y El Tímido de Raúl Carnota. Y un momento muy especial con su versión de Recuerdos de Ypacaraí ¿Cuántos no hacen temas repetidos, para el aplauso fácil?
Peteco Carabajal levantó a la plaza pasada la medianoche. Perdón. Vamos de nuevo: Riendas Libres levantó a la plaza pasada la medianoche. Hay que acostumbrarse a hablar así de Peteco, ya que no quiere actuar más solo. Encontró en la familia la mejor banda, y en el público la mejor complicidad.
Así fue que con Homero y Martina, nos dieron una docena de chacareras, en las voces Carabajal, que siguen siendo una fuente inagotable de sentimientos cantados, de canciones que tienen “El amor como bandera”. Y de éxitos (Entre a mi pago sin golpear, Puente Carretero, Digo la Mazamorra) que con el violín de Peteco, no hicieron más que reconocer una vez más, la calidad del santiagueño.
Fuente: Folklore Club
Por los Senderosde Argentina