El día que la Difunta Correa llegó a The New York Times

El periodista Clifford Krauss publicó en 2001 una extensa nota donde relataba cómo es el culto en el 'oasis de los milagros'. Por Viviana Pastor
El día que la Difunta Correa llegó a The New York Times
A la Meca del periodismo moderno, el The New York Times, hasta allá llegó la historia y la devoción por la Difunta Correa y por ende, San Juan.
Bajo el título "Los argentinos convierten santuario en un oasis de milagros", el periodista Clifford Krauss publicó su artículo  el diciembre de 2001. Hoy, trabaja como corresponsal de negocios de energía nacional con sede en Houston para el mismo diario. Krauss conoció la leyenda de Deolinda porque fue jefe de la oficina de TNYT en Buenos Aires.
"Los mejores jinetes de Argentina vienen a este lejano oasis de espiritualidad para la buena suerte. También lo hacen los boxeadores, los jugadores de fútbol, ​​los conductores de camiones, casi cualquier persona con especial consideración por el amor maternal, todos pidiendo favores o dando gracias.
Esta aldea, en medio de uno de los desiertos más abandonados de América Latina, es el hogar de la respuesta Argentina a Lourdes - el Santuario de Difunta Correa - donde la enfermiza Deolinda Correa murió mientras seguía al batallón de su conscripto esposo durante una guerra civil en el 1840". Así empieza la crónica.
Antes de llegar a The Times en 1990, Krauss fue corresponsal en el extranjero para The Wall Street Journal y el compañero Edward R. Murrow en el Council on Foreign Relations.
Clifford Krauss
Su relato de la Difunta, a quien él llama "la Sra. Correa", continúa con la leyenda de su muerte y cómo los arrieros descubrieron su cadáver con el hijo vivo mamando de su pecho.
También destaca que Deolinda nunca fue reconocida oficialmente como una santa "la Iglesia Católica Romana Argentina siempre ha sido ambivalente acerca de ella, y en su lugar se convirtió en una santa nombrada por las masas. Su misión sagrada es proteger a los viajeros, pero también simboliza el poder de la maternidad".
Por entonces estimaba que unos 600,000 argentinos visitan Vallecito cada año para rendirle homenaje, hoy sabemos que llegan al santuario más de un millón de personas por año.
"El santuario tiene 17 capillas llenas con los vestidos de novia de mujeres cuyo deseo de matrimonio se cumplió después de una visita, y trofeos de campeones de fútbol, ​​tenis y bolos cuyos sueños deportivos se convirtieron en realidad. Incluso hay espadas de oficiales militares que obtuvieron ascenso después de orar a la mujer a veces llamada Difunta o Finada, para abreviar", señalaba quien también es autor del libro "Inside Central America: Its People, Politics and History", Dentro de América Central: su gente, política e historia.
Krauss describe lo que ve: "Una capilla está llena de reproducciones ampliadas de acabados de fotos firmadas por jinetes agradecidos y otra de diplomas de agradecidos estudiantes. Hay una montaña de modelos artesanales de casas, tiendas de limpieza en seco y talleres de reparación de automóviles de empresarios que buscaron su ayuda y encontraron prosperidad. Miles de matrículas, colgadas aquí y allá, dejadas por camioneros que rezaban con éxito por nuevos camiones y dejaban sus viejos platos para Difunta.
'Usted pregunta y ella cumple', dijo Alejandra Acosta, de 21 años, una estudiante de la cercana Caucete que viene regularmente con grandes botellas de agua, un regalo que es sagrado en el desierto. 'Vengo todas las semanas solicitando buena salud para mis padres, y hasta ahora están bien'.
El periodista contaba luego como los promesantes subían la colina donde Deolinda fue encontrada muerta, caminando "o arrastrándose", para prenderle una vela.
"Al lado de una roca ennegrecida por el fuego de tantas velas hay un altar con una estatua pintada de la Sra. Correa con un vestido rojo fuego, su bebé lactante envuelto en una manta amarilla y ambas con cuentas de rosario. Allí, la gente coloca botellas de plástico con agua mineral.
"¿Quieres pruebas de los milagros?", Preguntó Carlos Correa, de 39 años, un pediatra que había conducido más de seis horas desde la provincia de Mendoza con su familia. "Mire a su alrededor en todas estas placas, diplomas y maquetas. Todos son un milagro''.

"La gente usa sus cuerpos para expresar sufrimiento y devoción, hasta el punto de subir arrastrándose sobre sus espaldas '', dijo María Massolo, una antropóloga argentina que estudió el santuario.


El Dr. Correa y su esposa, Claudia, han estado viniendo aquí desde que eran niños, y le da crédito a la mujer que lleva su apellido, pero no es pariente, por haberlo superado en sus exámenes finales de la escuela de medicina. Para protegerse de los accidentes de tráfico, su familia regresa cada vez que compra un automóvil nuevo".
También supo interpretar que la Difunta puede ser celosa y cobradora, y mencionó una anécdota contada por el mismo médico cuando su hija  Agustina, de 6 años, se puso de mal humor camino al santuario y los limpiaparabrisas del auto se rompieron sin razón aparente.
"Difunta puede enojarse", agregó el Dr. Correa con una sonrisa sombría, "así que este año le dije a Agustina: 'Recuerda, no digas nada'.''
La evolución comercial del paraje no escapó al ojo avezado del periodista.
"En toda la Argentina hay minisantuarios en las carreteras que al principio parecen ser pilas de botellas de plástico con agua. Pero son lugares donde los viajeros, especialmente los camioneros, se detienen para socorrer y orar a Difunta Correa".
También supo dedicar un párrafo para destacar la importancia de la figura materna en la cultura andina, anterior a la llegada del español, cuando los aborígenes adoraban a la Pachamama.



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