Detrás de él reinan las miradas inocentes, los trajes de naranja vibrante y las pilchas tradicionales de los jóvenes que minutos después se convirtieron en gigantes bailarines en el escenario, interpretando con pasión lo que desde pequeños aprendieron, en el semillero del folclore.
La madre de Lemuel comenzó a enseñar y a compartir el folclore a los 13 años, y al tiempo le dio forma y existencia a la academia. Con el paso de los años fue conociendo lugares, personas, profesores que pasaron o que salieron de Caminos de la Patria. Asumiendo otras responsabilidades, ahora la enseñanza quedó en manos de Lemuel.
El desafío es doble para el joven vallisto. No solo continuar compartiendo los valores de las danzas folclóricas para que éstas sigan vigentes, sino encontrar la forma de lograr el equilibrio a la hora de crear, montando cuadros de folclore interdisciplinario. “Hemos hecho percusión de bombo, malambo, tango, y también hemos sumado el teatro. Ahora estamos incorporando el contemporáneo también”, comentó Lemuel.
En la academia la brecha de edad de personas que asisten es amplia. Comienza el nivel “Semillita”, con chicos de 4 a 10 años. Le sigue el ballet juvenil, con chicos de 12 a 22 años aproximadamente; y luego tienen el grupo denominado “adultos mayores”, que integra personas a partir de los 30 años.
Por los Senderosde Argentina